Las guerras no solo son escenarios donde se pone de manifiesto la agresión sino también el engaño. Esto quedó demostrado magníficamente en un plan de la Segunda Guerra Mundial para despistar a los nazis de dónde iba a producirse el desembarco de Normandía cuando arrojaron deliberadamente el cadáver de un paracaidista con instrucciones ficticias de una invasión en un lugar distante de donde finalmente ocurrió.