La industria del entretenimiento moderno puede compararse al cruce de Julio César del Rubicón: no hay vuelta atrás. Una vez que alguien se convierte en su consumidor tendrá una sensación de vacío cuando experimente otras formas de entretenimiento fuera de ese ámbito pues su cerebro se habrá acostumbrado a la sobrestimulación y la rapidez y fugacidad de lo que perciba. Irremediablemente sentirá aburrimiento.
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