Lo insólito tiene un poder de seducción de lo cual carece lo convencional. Esto ocurrió por ejemplo con el fraudulento caso de unas niñas inglesas fotografiadas en un jardín rodeadas de hadas pequeñas. El mismo Conan Doyle, creador del agudo Sherlock Holmes, le dio crédito no obstante de que se trataba de simples figuras de papel sin mayores artilugios adicionales. Las niñas reconocieron en su vejez el engaño.
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